11 abril 2022
Alberto Ramírez Rivera
El presidente Andrés Manuel López Obrador ya se había tardado en usar una más de sus artimañas o triquiñuelas: dar maíz a la prensa para mantenerla sumisa, callada y a la orden.
Anuncia recursos por 750 millones de pesos para pensiones y atención médica a comunicadores, sin importarle además que mantiene al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) sin recursos y en la peor crisis.
Hagamos reflexión. Los gobiernos dejan de usar las balas contra periodistas y, en su lugar, los premian para callarlos. Pero en México suceden ambas prácticas.
¿Qué autoridad, Congreso o partido político le gusta que saquen a la luz pública lo malo y grave que hace en contra de la sociedad?
Precisamente, porque les desagrada que los exhiban, muchos funcionarios, legisladores y líderes partidistas utilizan el recurso de dar premios, reconocimientos y dádivas.
¿Resultado? Los comunicadores que asumen investigación y crítica “suavizan” o se desatienden de la información que incomoda al poder político-económico. Así ha sucedido y sucede también en países de América Latina desde los años 50.
Los premios, reconocimientos y dádivas no sólo provienen del gobierno de una respectiva nación para su prensa, sino además de Estados Unidos, cuyo gobierno siempre ha estado en la mira de las críticas.
A la prensa mexicana se le ponen barreras para que no publique a diario los casos de nepotismo, explotación, marginación, corrupción, incapacidad y complicidad con el crimen organizado y el narcotráfico.
Y vaya que el gobierno echa mano de cualquier artimaña para hacer creer a la sociedad que la prensa miente y él tiene la verdad.
En este contexto, sucede lo que el activista político Malcom X planteó: “con una hábil manipulación a la prensa, se puede hacer que la víctima parezca un criminal y, el criminal, la víctima”.
En el libro Algunas Formas Subsidiarias de la Penetración Cultural, Mario Bendetti escribe sobre la neutralización del intelectual como escritor, periodista, artista y universitario:
“Quien haya usado una beca suculenta o recibido un premio tranquilizador, aunque en el fondo de su conciencia siga creyendo en la causa de los pueblos, en rigor se verá inhibido de hacer pública esa convicción, y las más de las veces se llamará a silencio”.
En las condiciones de persecución que vivimos en México, sólo aquellos periodistas seguros de sus convicciones y principios podrán asumirse con dignidad suficiente como para rechazar ese canje de su seguridad por su neutralización política.
Mario Benedetti sostiene: “es necesario destacar la actitud que muchas veces permanece ignorada, sobre todo de aquellos intelectuales que prefieren su pobreza y peregrinaje, antes que la humillante entrega al enemigo (o al amigo de su enemigo)”.
Es decir, remata el escritor uruguayo, “de ese bien que salvaron del naufragio: el uso de la palabra”.
Pese a todo lo anterior, a muchos periodistas mexicanos les parece positivo que el actual gobierno les otorgue pensiones y atención médica, aunque sigan con sueldos miserables en sus respectivas empresas de información.
La lógica es: yo, gobierno, te doy esto; pero tú, periodista, deja de criticar mi corrupción y mala administración.
Sólo un dato para la reflexión: en lo que va del actual gobierno mexicano, han sido asesinados 50 periodistas (entre mujeres y hombres) por cumplir con su labor.
Pero hay profesionales de la información que solicitan a López que investigue y castigue a los culpables de matar a sus colegas. O sea, que se investigue y se castigue él mismo.
… No hemos comprendido la historia.
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